MALOS HÁBITOS
Todo lo descrito en el tema anterior, fomenta malos hábitos y el condicionamiento de los padres, pues el niño aprende a llorar cada que quiera una pantalla, y a utilizarlo como condición para cooperar en algo (comer, subir al coche, acompañarlos a algún lado...), motivo por el que frecuentemente se vuelve la rabieta el único modo y momento de contacto con los padres. Cuando hacemos esto, no estamos resolviendo sino dificultando su crecimiento, y se hacen manifiestas conductas atípicas en ellos, sin que verdaderamente haya un trastorno o una condición cerebral en ellos, pues al estar ensimismados en pantallas, no saben cómo jugar, cómo utilizar los juguetes, o explorar el entorno como otro niño neurotípico de su edad.
No se trata de rechazar los medios de comunicación, sino de discriminar lo que es adecuado para favorecer el óptimo desarrollo de nuestros hijos, más allá de nuestra comodidad, no porque “todos los usen” es conveniente para ellos. Muchos pediatras exponen que de 0 a 24 meses, no debe haber ningún tipo de exposición a pantallas, pues es el periodo en que desarrollan lenguaje e independencia, otros especialistas sugieren que dicha exposición se retrase hasta los 8 años de edad, de modo supervisado y restringido en contenidos.
La repercusión que ocasiona en nuestros infantes dicha exposición temprana, se hace más que evidente cuando al retirar los aparatos electrónicos, los niños muestran grandes avances en su desarrollo, mejoran sus hábitos, se rehabilitan y comienzan a conectar sus sentidos, a explorar, a comunicar y socializar, ello de la mano de terapias de algunos especialistas (terapia sensorial, de lenguaje, emocional…)
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