Jugar ayuda a nuestros pequeños a crear vínculos afectivos que generan en ellos seguridad y estabilidad, lo cual los protege contra el estrés y los ayuda a generar resiliencia emocional.
1. Juego físico:
Posibilita diferentes movimientos que ejercitan a los niños, mejorando su coordinación psicomotriz. Esto les permite dormir mejor durante la noche y tiende a disminuir el riesgo de sobrepeso y obesidad.
2. Desarrollo sensorial y mental:
Les permite aprender a discriminar formas, tamaños colores, olores y texturas.
3. Contribuciones afectivas:
Les permite experimentar y reconocer diversas emociones, como sorpresa, alegría, tristeza, asombro, miedo, entre otras.
4. Creatividad e imaginación:
Elementos innatos del juego que propician la interacción con pares y adultos. Por ende, el juego repercute en el establecimiento de vínculos afectivos que propician la cooperación, la empatía y la seguridad de los niños.
Ofrecer a un niño la oportunidad de jugar, ¡es un gran regalo!* una de las mejores maneras de ayudarlo a crecer y a que pueda convertirse en un adulto curioso, más creativo, sano y feliz.