La tendencia a la sobreprotección hacia los niños y la desorientación de los adultos que están a cargo de ellos, acerca de
cómo poner límites en un marco de libertad y de respeto, están fomentando la dependencia emocional y
la falta de tolerancia al sentirse frustrado. La impulsividad no está siendo contenida por los adultos a cargo de ellos (maestros, papás, etc).
La IMPULSIVIDAD es una tendencia a responder rápidamente y sin reflexión, relacionada con la incapacidad para inhibir
o suprimir un patrón de conducta activado por el deseo de satisfacción (falta de autorregulación).
Es la predisposición a reaccionar de manera rápida y no planeada ante un estímulo interno o externo sin considerar las
consecuencias negativas hacia sí y los demás. Deja de ser saludable cuando no es contenida a tiempo.
El control de la impulsividad empieza desde los tres meses de edad, por lo que se debe apoyar en el desarrollo de una adecuada
capacidad para inhibir o frenar las respuestas motoras y emocionales que se producen inmediatamente ante un estímulo,
con el objetivo de habilitarlos para emitir conductas adoptadas o sustituirlas por otras más ajustadas, por medio del aprendizaje.
Para CONTROLAR EL PROPIO COMPORTAMIENTO se debe integrar:
1. La emoción (lo que siente).
2. Lo que conoce y sabe (de sí mismo y lo que puede o no hacer con base en el conocimiento de las reglas sociales).
Una cosa es lo que él quiere y otra lo que se puede, hay lugares para hacer lo que queremos y otros donde no podemos hacerlo.
3. Lo que percibe (a través de la interpretación que hace de lo que sus sentidos le informan).
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